Juan Pablo Morales
LA NACION
Las pintadas se agigantan en la inmensidad del monoblock, multiplicadas con la misma frase: "Gracias, intendente, por el hospital". El hospital, sin embargo, no está. Sólo una topadora ruidosa saca tierra de un cerco de cemento hecho por la mitad. Si no fuera por un cartel optimista ("Aquí funcionará el nuevo hospital de Ciudad Evita"), nadie imaginaría que allí está proyectado un edificio de 152 habitaciones, financiado con un crédito que el Gobierno anunció en 2006 y que, desde entonces, relanzó dos veces, en 2007 y en 2008. Hasta hoy, no está terminado ni el obrador.
Cerca de ahí, en González Catán, todo es diferente. La modernidad del hospital Simplemente Evita se luce entre la pobreza. Está impecable desde 2003, pero vacío. Los carteles en el solitario playón de ingreso piden "pediatras, neonatólogos, clínicos, bioquímicos y traumatólogos". Son las 10 y un puñado de pacientes esperan que los atiendan desde hace al menos dos horas.
En cambio, el hospital vecino, el antiguo Paroissien, está abarrotado desde las 5. Adentro está lleno de rejas, de policías nerviosos, de enfermeras apuradas y de pacientes, muchos pacientes. Desde chicos engripados hasta adultos heridos de bala. La estadística no falla: entra un enfermo cada tres minutos, recibido entre la oscuridad y las goteras. Hace tres años se creó un plan maestro para remodelar el edificio, pero el Gobierno nunca lo aplicó.
La Presidenta ya hizo este año dos actos oficiales para anunciar otros dos hospitales en la zona. Uno en Laferrère; el otro, en Rafael Castillo. Nadie sabe cuándo ni dónde empezarán las obras. "Que cumplan las promesas, que los doten de recursos y que contraten personal. ¿De qué sirven las maquetas?", se queja el presidente de la Asociación de Médicos del Paroissien, Reynaldo Saccone. Lo pendiente, lo olvidado y lo nuevo conviven en el corazón de La Matanza.
AbandonadaPero no sólo ahí. Lo que pasa en el Sur se repite en el Norte. En un predio parecido al de Ciudad Evita, los vecinos en Tigre aún esperan el hospital que les prometieron en 2006.
"Yo vi hasta la maqueta, pero acá nunca llegó nada", se queja Luis Angel Carabano, frente al terreno baldío donde debería estar el edificio. Al instante, otra vecina corre para repartir quejas: "¡Hagan algo con este lugar! De noche es muy inseguro. El barrio tiene miedo."
En julio de 2007, el entonces presidente Néstor Kirchner había anunciado en la Casa Rosada la construcción del hospital en medio de un paquete de obras. Un mes después firmó el plan de construcción; pero casi un año y medio más tarde, el proyecto todavía descansa en los despachos del Ministerio de Planificación Federal, que conduce Julio De Vido.
Ese mismo paquete incluía la obra más ambiciosa de la región: la planta potabilizadora Paraná de las Palmas. Un proyecto integrado a un plan quinquenal en todo el conurbano, que también preveía hacer dos plantas de tratamientos cloacales. Una en Dock Sud; la otra, en Berazategui. La de Dock Sud no se licitó; la de Berazategui se adjudicó sólo el jueves pasado.
Pero Paraná de las Palmas es especial. Aunque formó parte del paquete de anuncios olvidados de 2007, en febrero Cristina Kirchner aprovechó la paralización y la usó para un acto propio. "¡Esta no es una obra de los vecinos de Tigre; es una obra de todos los argentinos, porque se decide en beneficio de su pueblo!", decía aquel día, con inflexión popular. Era el tercer lanzamiento en sólo dos años de una misma obra. Que siempre estuvo paralizada.
Al final, ocho meses después, una decena de obreros empezó a levantar la primera pared de la planta. "No llovió casi ningún día, así que avanzamos bien", se ufana ante LA NACION uno de los obreros mientras termina de poner los últimos ladrillos del día, que formarán parte del obrador. En la entrada de la calle de tierra acaban de poner un cartel del Ministerio de Planificación. Detalla objetivos: "Trabajos preliminares de la futura planta potabilizadora. Plazo: 90 días".
Si esas tareas avanzaran a buen ritmo, en 2009 por fin empezaría a construirse el edificio definitivo. Pero será sólo el principio. Faltan las piletas, las obras en la toma del río Luján y más de 12 kilómetros de tuberías. En el camino, habrá tiempo para hacer más actos.
Fuente: La Nación, 23 de noviembre de 2008
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